lunes, 9 de junio de 2008

¿Por qué el sufrimiento?

Bueno es para mí el haber sido afligido.
Salmo 119:71. (V.M.)

Sabemos que a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan a bien.
Romanos 8:28.

En la sala de espera de mi médico, una paciente expresó públicamente lo que la indignaba: –¿Por qué Dios permite el sufrimiento? Yo le respondí: –Señora, no sé cuál es su problema; pero en mi caso, vengo al médico porque tengo fuertes jaquecas y quisiera estar segura de que no ocultan alguna enfermedad grave.

Me parece que esto responde a su pregunta:

Veo el sufrimiento como uno de los medios que Dios emplea para ser consultado, dicho de otro modo, para que volvamos hacia él nuestros pensamientos.

¿Ha oído usted hablar de gente que tiene enfermedades raras, como la lepra, por ejemplo, que se caracteriza por la ausencia de dolor? Aunque sean víctimas de heridas o quemaduras, no experimentan ninguna sensación. Esa insensibilidad las priva de una preciosa señal de alarma que podría ponerlas al abrigo del peligro. Deben tener cuidado con ciertos objetos, por ejemplo una hoja de cuchillo, un clavo oxidado que sobresale de una tabla, utensilios calientes…

Para el cristiano, el sufrimiento también es una enseñanza. Así aprende a someterse a Dios sin comprender siempre el porqué suceden algunas cosas.

Finalmente el sufrimiento nos permite ponernos en el lugar de los que sufren. Nos autoriza a decir a otro creyente: –Yo también pasé por esto; sé lo que es, y por experiencia propia puedo asegurarte que sentirás al Señor más cerca si sabes reconocerle a través de lo que te ocurre.

Fuente: La Buena Semilla

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