viernes, 13 de junio de 2008

Condenado a muerte

Cristo,
cuando aún éramos débiles,
a su tiempo murió por los impíos…
siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros…
estando ya justificados en su sangre,
por él seremos salvos de la ira.
Romanos 5:6-8.

Eduardo intentaba resolver un crucigrama; buscaba una palabra de seis letras que respondiera a la definición: condenado a muerte. Sólo halló este vocablo: nacido. Entonces reflexionó. Es cierto, es la respuesta correcta, pues el niño que acaba de nacer está condenado a morir.

La muerte pasó a todos los hombres (Romanos 5:12). Ésta es una realidad que podemos constatar pero no remediar. Dios pronunció la sentencia y da la razón de ella: el pecado. La paga del pecado es muerte (6:23).

Notemos cuán categórica es tal sentencia: cuando Jesús cargó con nuestros pecados, Dios no hizo excepción alguna: Cristo murió por nuestros pecados (1 Corintios 15:3). Pero, precisamente por esta muerte tenemos la vida eterna: La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 6:23).

¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33).

Para el creyente, la muerte no es el fin. Nuestros pecados fueron expiados por el sacrificio de Cristo. Nuestra alma entra en el reposo cerca de Jesús y nuestro cuerpo «se duerme» aguardando el gran día de la resurrección. El polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu (vuelve) a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7).“

El morir es ganancia… estar con Cristo… es muchísimo mejor (Filipenses 1:21-23).

Fuente: La Buena Semilla

No hay comentarios: