No me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.
Romanos 1:16.
La palabra de la cruz es locura a los que se pierden;
pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.
1 Corintios 1:18.
Por su poderosa palabra, Dios sacó de la nada al universo. Pero para destruir las obras del diablo, para abolir el pecado que separó al hombre de Dios, para anular la muerte, justa consecuencia del pecado que lleva al temible juicio, necesitó otra clase de medios, ¡y qué medios! En la cruz, la bondad y la justicia de Dios se encontraron, cuando Jesucristo fue clavado en ella. Allí Cristo venció al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo. Allí se ofreció en sacrificio para quitar el pecado. Su poderosa resurrección introduce su triunfo, el triunfo de la gracia.
Para la humanidad culpable no hay nada más importante que la cruz de Cristo. En la cruz confluyen todos los planes de Dios para perdonar; allí se desplegaron magistralmente su sabiduría y su poder; la obra cumplida en ella es la base de toda bendición; es y permanecerá eternamente como indestructible monumento del amor de nuestro Dios Salvador.
Fuente: La Buena Semilla
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