Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa,
la muerte del Señor añunciáis hasta que él venga.
1 Corintios 11:26.
La cena del Señor pertenece a todos los creyentes, no sólo como miembros del cuerpo de Cristo, sino como rescatados al precio del cuerpo y de la sangre del Señor. Por ello entra en primera consideración la responsabilidad individual.
Somos llamados a celebrar la cena del Señor con amor y gratitud, en su memoria, de una forma digna de él y de su muerte. Una participación digna del Señor, depende, sobre todo, de la disposición de nuestro corazón y de nuestra conciencia. Cada uno es responsable de la manera en que toma parte en esa comida. “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (v. 29), pues “será culpado (respecto) del cuerpo y de la sangre del Señor” (v. 27).
Por eso leemos: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo” (para saber si está en condiciones de participar de este acto santo y solemne) “y coma así del pan, y beba de la copa” (v. 28).
Fuente: La Buena Semilla
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