jueves, 17 de abril de 2008

La cena del Señor

Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa,
la muerte del Señor añunciáis hasta que él venga.

1 Corintios 11:26.


Antes de subir a su Padre, el Señor instituyó –como recuerdo durante su ausencia (Juan 13:1)– una comida en su memoria. En “el pan” y en “la copa” tenemos representado al Señor crucificado. Estos dos símbolos nos recuerdan su caridad y amor hasta la muerte. Cada vez que comemos el pan y bebemos la copa, anunciamos la muerte del Señor hasta que él venga. Esta verdad se nos presenta en los evangelios y en 1 Corintios 11:23-34.

La cena del Señor pertenece a todos los creyentes, no sólo como miembros del cuerpo de Cristo, sino como rescatados al precio del cuerpo y de la sangre del Señor. Por ello entra en primera consideración la responsabilidad individual.

Somos llamados a celebrar la cena del Señor con amor y gratitud, en su memoria, de una forma digna de él y de su muerte. Una participación digna del Señor, depende, sobre todo, de la disposición de nuestro corazón y de nuestra conciencia. Cada uno es responsable de la manera en que toma parte en esa comida. “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (v. 29), pues “será culpado (respecto) del cuerpo y de la sangre del Señor” (v. 27).

Por eso leemos: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo” (para saber si está en condiciones de participar de este acto santo y solemne) “y coma así del pan, y beba de la copa” (v. 28).


Fuente: La Buena Semilla

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