Dijo luego Dios:
Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto,
y he oído su clamor a causa de sus exactores;
pues he conocido sus angustias,
y he descendido para librarlos de mano de los egipcios.
Éxodo 3:7-8.
A veces nos ocurre lo mismo que a ese pueblo esclavizado, nos hallamos en una situación penosa, no vemos la salida, oramos a Dios y no pasa nada. Trátese del pueblo de Israel o de nosotros, Dios interviene cuando es Su tiempo, no antes. El Altísimo se apareció a Moisés, el futuro conductor del pueblo hebreo, en una zarza ardiente que no se consumía. Lo que le dijo comprobaba que había visto la aflicción de su pueblo, que había oído su clamor y conocía sus angustias. Esta zarza ardiente que no se consumía era una imagen de Israel en su aflicción y desgracia. Dios “habitó” en esa zarza (Deuteronomio 33:16), es decir, estaba muy cerca de su pueblo y a punto de intervenir para ayudarle y libertarle.
¿No acontece lo mismo hoy día? El Señor Jesús no pierde de vista ninguno de los males que aquejan a los suyos. Él nos ve, nos oye, nos conoce y está muy cerca de nosotros. ¿No es esto un gran consuelo? Él no nos dejará hundir en nuestras angustias. Cuando llegue Su tiempo, nos sacará de nuestra miseria. No obstante, gozaremos de la completa liberación sólo cuando el Señor nos introduzca en el cielo.
Fuente: La Buena Semilla
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