Por gracia sois salvos por medio de la fe;
y esto no de vosotros,
pues es don de Dios.
Efesios 2:8.
Me viene a la mente una historia del Antiguo Testamento acerca de un hombre que no estaba dispuesto a dar crédito a las buenas noticias, debido a ciertas experiencias: era Jacob. En otros tiempos sus hijos lo habían engañado al mostrarle la ensangrentada ropa de José. Así él creyó que alguna mala bestia lo había devorado. Cuando, muchos años más tarde, los hijos de Jacob volvieron de Egipto con las nuevas de que José todavía vivía, su padre no les creyó. Pero la misericordia y la bondad de José vencieron la incredulidad de Jacob. Cuando éste vio los carros que José le había mandado, cambió de actitud y dijo: “Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré” (Génesis 45:28).
Para quien fue decepcionado, o quizás hasta engañado, y reacciona con incredulidad a lo que se le dice, la única ayuda es hablarle de Jesús, pues nunca decepcionará a quien a Él acude. El Evangelio es el mensaje de la gracia y la bondad de Dios. No de un Dios duro, sino misericordioso, que quiere guiarnos al arrepentimiento. Por gracia desea darnos la salvación que le costó tan caro. No necesitamos pagar nada. En la cruz el Señor Jesús cumplió la obra de la redención. Nos reconcilió con Dios. ¿Quién podría cerrar su corazón a tanta gracia?
Fuente: La Buena Semilla
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