hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa.
Filipenses 2:15.
Ernesto Gordon escribe: «Era el año 1943. Yo era prisionero de guerra, y con otros compañeros debíamos construir una vía férrea en la selva y un puente sobre el río Kwai, para llegar a Birmania (actualmente Myanmar). Cuando nos dirigíamos a la obra, los indígenas nos trataban con indiferencia o desprecio. Pero cierta vez llegamos a una aldea donde la gente se nos acercó de manera tan diferente que nos quedamos muy sorprendidos. Los ojos de aquellos que se apretujaban al borde de la carretera para vernos pasar se mostraban compasivos. Antes de que hubiésemos salido de la aldea, los habitantes habían vuelto cargados con pasteles, bananos, huevos, medicamentos y dinero que nos ofrecieron amablemente. |
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