jueves, 31 de julio de 2008

Un cristianismo viviente

…para que seáis irreprensibles y sencillos,
hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa.
Filipenses 2:15.

Ernesto Gordon escribe: «Era el año 1943. Yo era prisionero de guerra, y con otros compañeros debíamos construir una vía férrea en la selva y un puente sobre el río Kwai, para llegar a Birmania (actualmente Myanmar). Cuando nos dirigíamos a la obra, los indígenas nos trataban con indiferencia o desprecio. Pero cierta vez llegamos a una aldea donde la gente se nos acercó de manera tan diferente que nos quedamos muy sorprendidos. Los ojos de aquellos que se apretujaban al borde de la carretera para vernos pasar se mostraban compasivos. Antes de que hubiésemos salido de la aldea, los habitantes habían vuelto cargados con pasteles, bananos, huevos, medicamentos y dinero que nos ofrecieron amablemente.

Más tarde supimos que esa aldea se había convertido al Evangelio. La luz del cristianismo había brillado en ese rincón de la selva gracias a una misionera que había logrado continuar con su tarea al estallar la guerra, antes de huir.

Estos breves contactos con el mundo exterior nos recordaban que felizmente aún subsistía un modo de vida más humano. Sin palabra alguna, el mensaje del auténtico cristianismo había sido transmitido».

Lo que el apóstol Pablo escribió a los corintios podría decirse a esos aldeanos: Sois carta de Cristo… escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón (2 Corintios 3:3).


Fuente: La Buena Semilla

No hay comentarios: