miércoles, 30 de julio de 2008

¿Se debe temer la última hora?

¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?
Jeremías 5:31

¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen (no creen)
al evangelio de Dios?
1 Pedro 4:17.


En la esfera del reloj de una pequeña ciudad se pueden leer estas palabras: «¡Temed la última!». ¡La última hora de nuestra vida! ¿No llega de improviso? Al final de una enfermedad o después de un accidente… Son pocas las veces en que alguien se extingue “viejo y lleno de días” (1 Crónicas 23:1), como la francesa Juana Calment, a los 122 años de edad.

Ya que no se conoce la hora de la propia muerte, sería conveniente prepararse para ella. Hay motivos para temer ese último plazo porque “¡horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31).

Vivimos en la última hora de la era de la gracia, y aún hoy Dios dice: “Vuélvete… no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo” (Jeremías 3:12). “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Esta advertencia del Salmo 95:7-8 es solemnemente repetida tres veces en los capítulos 3 y 4 de la epístola a los Hebreos (3:7, 15; 4:7).

Pero para nosotros, los creyentes, “es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día” (Romanos 13:11-12).

Nuestra última hora será seguida por una eterna mañana en la presencia del Dios de amor y de nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo podríamos temerla, pues sabemos que estar con Cristo “es muchísimo mejor”? (Filipenses 1:23).

Fuente: La Buena Semilla

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