“Ustedes han visto lo que yo hice con los Egipcios, y cómo los he traído a ustedes a donde yo estoy, como si vinieran sobre las alas de un águila”
(Exodo 19:4)
DHH
Llegó el día en el cual te diste cuenta, que Dios te había llevado a la sala de espera, y jamás olvidarás las señales que te indicaron tal situación:
-Debilidad física y espiritual
-Incapacidad para hacerle frente a la vida
-Traicionado por amigos y familiares
-Todas las puertas cerradas
-Espíritu, alma y cuerpo, totalmente quebrantados
-Empobrecido, triste y abandonado
Fuiste un testigo de la poderosa ministración por parte de Dios, quien te llevó a la sala de cuidados intensivos para sostenerte, mediante la asistencia de sus ángeles, para sanar tu corazón adolorido, restaurar tu cuerpo, el cual languidecía por tantos momentos de ayunos y oración; tu espíritu fue fortalecido por medio de la Palabra de Dios, la cual te habló de las maravillosas promesas que Dios ha dejado para los que esperan en El, y finalmente recibiste la confirmación del llamado al servicio a Dios en esta tierra.
Mientras estabas en la sala de espera, fuiste sostenido por un plan dirigido desde el trono de Dios, sosteniéndote milagrosamente, porque has vivido sin dinero alguno; tu alimentación fue reducida a lo más mínimo, siendo fortalecido por Dios, hasta que has llegado al punto de pronunciar las mismas palabras de Jesús: “no solo de pan vivirá el hombre”; todas las presiones de la vida cayeron sobre ti, en la forma más furiosa posible, tratando de destruirte, derribando todo lo que poseías, y tú, únicamente observabas en silencio, sin poder hacer nada, pero confiando en Dios, que todo eso, un día terminaría, para entrar a la nueva etapa de tu vida.
Cada día, has pensado que es el último en la sala de espera, aún cuando llegó el viento suave luego de los huracanes, tu alma se alegró, pensando que serías libre y que en cualquier momento, comenzarías a recibir la etapa de la prosperidad como la que llegó a la vida de Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Job, David, Salomón, etc.
Pero en lugar de asomarse el viento de alguno de esos días, la miseria continúa a tu alrededor, los mendigos son más dichosos que tú, y a pesar de tu gran fortaleza ya probada, ya pasada por el fuego, nuevamente se ve amenazada por la inseguridad.
¡Oh, Santo Dios! exclama tu alma, “pensé que ya había pasado la espera, siento que sobre mi vida pasaron las aguas más turbulentas y el calor del horno me quemó, inclusive sentí que ya había salido del fuego, y ahora te pregunto Dios mío: ¿que hay mas allá de la sala de espera?”
Efectivamente, hay un lugar, mas allá de la sala de espera, es un lugar que únicamente lo pueden explicar los que que han pasado por él, es un lugar frío, que adormece el alma, inclusive ya el dolor no existe; allí te das cuenta de lo que sucede, pero permaneces frío, guardas silencio, ya no reclamas, miras al cielo por las noches y confirmas la existencia de Dios, porque así como sostiene a las estrellas, también te ha sostenido a tí, todo este tiempo. Tu sabiduría se ha aumentado, tu sensibilidad comprende mas el sufrimiento humano y ya no te angustia esperar, porque sabes perfectamente que ya saliste de la sala de espera y ahora aguardas en el espacio llamado “Alas de Aguila”, reservado única y exclusivamente para los que esperaron confiadamente en Dios.
Dentro de las muchas experiencias que viven los que van sobre las “Alas de Aguila” están:
-Son los que ven los milagros de Dios en forma directa
-Aprenden a depender del sustento de Dios
-Están conformes con lo que tienen
-Se compadecen y conduelen de los que sufren
-No se comparan con los que prosperan sin Dios
-Están preparados para vivir en el desierto, aún bajo fuertes presiones
-No lloran ni se lamentan por las perdidas
-No les afectan las traiciones ni los ataques por sorpresa
-Han aprendido a menospreciar sus propias vidas
-No le temen a Satanás ni a todas las tinieblas juntas
-Aunque se les desintegre el corazón, siguen confiando en Dios.
A todos los que han pasado por la sala de espera y no abandonaron el lugar, Dios los llevará en “Alas de Aguila” por la vida, nadie les podrá hacer daño, recibirán la protección del cielo y nada les faltará, Dios se glorificará en sus vidas, ellos cumplirán la misión especialmente asignada, vendrán a ser verdaderos testigos del cumplimiento de las promesas de Dios, y también serán portavoces de que “Dios honra a los que honran” y que las pruebas y todos los momentos difíciles, eran las mejores señales, de que los milagros estaban por suceder en sus vidas.
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