martes, 15 de julio de 2008

La trampa de la independencia

Convertíos al Señor vuestro Dios;
porque misericordioso es y clemente,
tardo para la ira y grande en misericordia.
Joel 2:13.

Deje el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos,
y vuélvase al Señor,
el cual tendrá de él misericordia,
y al Dios nuestro,
el cual será amplio en perdonar.
Isaías 55:7.

Ayer al llegar a la oficina encontré a Sonia, la secretaria, llorando. Le pregunté qué le sucedía y ella me reveló su problema: estaba sola con dos hijos; su marido la había abandonado y ella debía devolver su vivienda. –¿Y tus padres?, le pregunté. Ella levantó la cabeza y con tristeza y una pizca de orgullo me confesó: –¡Me fui de la casa a la edad de diecisiete años y nunca los he vuelto a ver!

Son numerosos los jóvenes que como Sonia suspiran por su independencia. Dejan a su familia y algunos años después se encuentran solos y llenos de pesares.

La Escritura nos habla de una época en que en Israel cada uno hacía lo que bien le parecía (Jueces 17:6; 21:25). Era una época de horrible decadencia durante la cual ocurrían cosas abominables. Para describir la actual condición del mundo, pese a estar «cristianizado», ¿no se debería emplear la misma expresión? Cada uno quiere ser independiente de Dios, de los padres, del cónyuge o de la sociedad y hacer lo que quiera. Después vienen las graves consecuencias… ¿Y después? Entonces llega la soledad, la marginalidad, la pérdida de toda dignidad y de amistades sólidas. Pero por más bajo que se haya llegado, siempre existe la posibilidad de volverse a Dios, porque él es amplio en perdonar.

Fuente: La Buena Semilla

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