El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan;
y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed;
esto es mi cuerpo que por vosotros es partido;
haced esto en memoria de mí.
1 Corintios 11:23-24
Hoy en día, ¿por qué tantos creyentes sólo celebran el recuerdo de su Salvador y Señor algunas veces en el año? No conozco los motivos, pero esto me hace pensar en ese relato del libro del Eclesiastés en que un hombre pobre y sabio salvó con su sabiduría a una ciudad asediada. Y al final se dice: “Y nadie se acordaba de aquel hombre pobre” (9:14-15).
El Señor Jesús obró una salvación mucho más grande mediante su muerte en la cruz. Nos libró del poder del pecado, de la muerte y de la esclavitud de Satanás. Es, pues, digno de que nos acordemos de él con corazones agradecidos y que respondamos cada domingo a su deseo participando en la Cena del recuerdo.
Él sabía cuán olvidadizos somos. Por eso nos dejó estos símbolos visibles: el pan y la copa. ¡Cuán triste es olvidarnos del alto precio que pagó por nuestra salvación! Le costó la vida a aquel que no hubiese tenido que morir. Acordémonos de que dijo: “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).
Fuente: La Buena Semilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario