Mientras los pueblos paganos representan a la divinidad bajo muchas formas, la Palabra, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, nos enseña la fe en un solo Dios (véase Deuteronomio 6:4; 1 Timoteo 2:5).
La Escritura nos dice que Dios es un ser que se reveló en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta es la razón por la cual, como cristianos, hablamos de la Trinidad, aunque esta expresión no se encuentra en la Biblia. La palabra «persona» tampoco se emplea para designar a Dios. Por eso no queremos tratar de explicar cuál es el «ser» de Dios, sino sólo aludir a él con la expresión «persona», lo que la Palabra de Dios expone en varios lugares, ya que tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo piensan, quieren, hablan y obran.
En el Antiguo Testamento se insinúa la divina Trinidad, aunque no se revela claramente (por ejemplo en Génesis 1:26; Salmo 110:1; Isaías 9:6). Pero cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, las tres personas de la Deidad aparecieron juntas (Mateo 3:16-17). Esta revelación de Dios por medio de Jesucristo corresponde a la fórmula que Jesús dio a sus discípulos cuando los envió a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El Nuevo Testamento declara que el Padre envió a su Hijo a este mundo, y que el Padre y el Hijo enviaron al Espíritu Santo a la tierra. A ese respecto no se puede deducir una diferencia de rango o de jerarquía en el seno de la Deidad, expresión utilizada en Colosenses 2:9. Bástenos saber que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Fuente: La Buena Semilla
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