viernes, 9 de mayo de 2008

Testamento de una abuela cristiana

Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos
andando en la verdad.
2 Juan 4.

Aquel que nos llamó…
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas.
2 Pedro 1:3-4.

De cierto, de cierto os digo,
que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre,
os lo dará.
Juan 16:23.

Ciertamente…
yo salvaré a tus hijos.
Isaías 49:25.

Peney (Suiza), 17 de abril de 1866. «Me arrodillo profundamente emocionada en este solemne momento en que voy a escribir mis últimas voluntades, pidiéndote, oh Dios, que bendigas a mis hijos en su cuerpo y en su alma y te acuerdes de ellos en tu misericordia. De ti, mi Dios, recibí todas las cosas.

Tú preparaste el pasado, el presente y el porvenir; en tu gracia te diste a conocer a mí, Dios de bondad, ¿quién soy yo para que hayas querido revelarte así? Ésta es tu gran misericordia por la que me amaste en Jesucristo mi Salvador.

En esta tierra, donde quisiste que yo habitara, proveíste a todas mis necesidades y nunca me han faltado manifestaciones de tu amor. Te pido perdón, oh mi Dios, por todas las veces que contristé tu Espíritu…

Deseo que estos últimos días de vida que todavía me concedes en esta tierra sean empleados para tu gloria. Sé tú el que disponga mi corazón para que nada en el mundo me aleje de ti. Todavía te pido por la conversión de mis hijos y nietos. Muchas veces me dijiste: No temas, cree solamente. Me voy con la seguridad que da tu promesa».

(Texto hallado en una Biblia gastada debido a su lectura asidua).

Fuente: La Buena Semilla


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