sábado, 31 de mayo de 2008

Jesús en tierra de los gadarenos

Para esto apareció el Hijo de Dios,
para deshacer las obras del diablo.
1 Juan 3:8.

Un hombre poseído por los demonios aterraba a los habitantes de Gadara. Vagaba desnudo, dando alaridos e hiriéndose con las piedras; a veces se escondía en las tumbas, porque su ambiente era la muerte. Nadie había logrado dominarlo. Este es el trágico cuadro de una humanidad caída, guiada ciegamente por el diablo.

Pero Jesús llegó en una barca junto con sus discípulos. Tan pronto como el endemoniado lo vio, corrió hacia él y exclamó: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes (Marcos 5:7). Satanás y los demonios saben quién es Jesús y cuál será su fin: el infierno. Pero entre esos seres maléficos y nuestro Salvador no hay relación posible.

El nombre de ese demonio, Legión, pone en evidencia el poder de Satanás, poder tenebroso que invade a la humanidad sin Dios. Pero no temamos, porque el Hijo de Dios vino para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8).

Para librar a ese desdichado, Jesús permitió a los demonios que entraran en un hato de cerdos que se precipitó en el mar. La gente acudió y pudo constatar la liberación total de aquel que había sido poseído: lo vieron sentado, vestido y en su juicio cabal a los pies de Jesús.

Si usted está confrontado a un grave problema como la droga, el alcohol o cualquier otra cosa, sólo Jesús puede ofrecerle una liberación total. Tenga fe en él y pídasela con ferviente oración, dondequiera que se encuentre, empleando sus propias palabras, como cuando se dirige a un amigo.

Fuente: La Buena Semilla

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