viernes, 2 de mayo de 2008

Encrucijadas

Invócame en el día de la angustia;
te libraré, y tú me honrarás.
Salmo 50:15.

Detrás y delante me rodeaste,
y sobre mí pusiste tu mano.
Salmo 139:5.

Esperaré al Dios de mi salvación;
el Dios mío me oirá.
Miqueas 7:7.

Finales de junio de 1940: al sur del río Loira, lo que quedaba de las tropas francesas se batía en retirada para escapar del cerco de los enemigos. Era de noche. Con los faros apagados, los vehículos se seguían a paso lento. Se dio una única consigna: no perder de vista al que iba adelante. Pero desde la partida, una camioneta llena de soldados quedó inexorablemente atrás, porque no podía recorrer más de 30 km por hora.

El joven graduado que era responsable de dar las órdenes al conductor desconocía el camino, no tenía mapa y sólo sabía que detrás de él 300 vehículos dependían del suyo. En el primer cruce, ¿qué hacer? El joven cristiano oró a Dios para que le ayudara a asumir su responsabilidad… Hubo muchas encrucijadas, y cuando por primera vez la columna de adelante se detuvo, felizmente pudo ser alcanzada por la vieja camioneta.

¡Cuántas oportunidades tiene el creyente para pedir al Señor Jesús que guíe su camino! No olvidemos que la conducta moral de cada uno puede influir en un entorno más vasto de lo que se piensa. Pero siempre hallaremos un recurso al confiar en la oración y al obedecer las órdenes que a su debido tiempo nos serán dispensadas por nuestro Padre celestial: él sabe de qué tenemos necesidad (Mateo 6:32).

Fuente: La Buena Semilla

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