viernes, 23 de mayo de 2008

Dios cambia todas las circunstancias

Por muchos años el rumor cristalino del agua al chocar con las piedras alegró las noches frías en proximidades a Jericó, cuando los hombres se sentaban a la puerta de sus casas y las mujeres se movían de un lado a otro, atareadas en sus quehaceres. Los niños jugaban en algún rincón y todos esperaban, con miradas furtivas hacia la hornilla, en qué momento estaría la cena. Todo en la ciudad giraba en torno a esa fuente de agua que refrescaba y traía vida...
Sin embargo un día, el que menos pensaron y no marcaron en el calendario porque antes que recuerdos gratos evocaba malos momentos, alguien se enfermó. Otro más le siguió y pronto se convirtió en una epidemia.
No solo dejaron de beber sus aguas sino que pronto la tierra experimentó un cambio que golpeó la economía. Dejó de producir. Abundó la esterilidad. Nada se cosechaba.
--Creo que será mejor buscar una nueva ciudad—comentó un anciano al mirar con tristeza de qué manera y sin poder evitarlo, se iban los buenos tiempos. La sequía del territorio era evidente y el agua, aunque seguía avanzando con una fuerza inusitada, la misma que acompañó por siglos aquél riachuelo, no era fuente de provisión.
--Todos estamos de acuerdo, nuestra pregunta es, ¿adónde iremos?—dijo otro mientras limpiaba el sudor que perlaba su frente. Las cosas iban de mal en peor.
Por aquél tiempo llegó Eliseo. Muchos habían oído de su trabajo junto a Elías.
No era un desconocido, por el contrario, le rodeaba una aureola de historias sobre la santidad y consagración a Dios que le caracterizaban.
"Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada la ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril. Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron." (2 Reyes 2: 19, 20).

La fe es el secreto
Cuando todo parece acabar y hay quienes sienten que llegaron al final del camino, que el callejón se cierra, que el laberinto se hace más y más largo, es cuando debe aflorar la fe en nuestras vidas. ¿Fe en qué o en quién? Fe en Dios.
La certeza de que por difíciles que parezcan las circunstancias, pueden cambiar cuando abrimos las puertas para Su obrar divino.
Nada podía resolver el problema que enfrentaban. Humanamente era imposible. Sin embargo, ante la presencia de un siervo del Señor, aquellos hombres se decidieron a creer por encima de sus razonamientos humanos. No dudaron nada, por el contrario, se limitaron a permitir que el Supremo Hacedor tomara el control de las cosas.
Igual con el problema que usted enfrenta. Es probable que todos alrededor hayan expresado su desánimo y estén empeñados en sembrarle desesperanza. La decisión está en sus manos. Acepta las voces derrotistas o vuelve la mirada a Dios...
Obrar en fe, un principio de victoria Creer por encima de las circunstancias fue el principio de victoria y de milagros que asumieron Eliseo y los moradores de Jericó.
"Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané esta agua, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme la palabra que habló Eliseo" (2 Reyes 2:21, 22).
Es probable que todo a su alrededor luzca ensombrecido. La ciencia le falló, los seres humanos le fallaron, hasta usted mismo ha sentido arranques de derrota.
Sin embargo las cosas puede cambiar. Ese viraje en la situación se produce cuando volvemos la mirada a Dios y clamamos por un milagro.
No solo puede ocurrir, sino que ocurrirá... Recuerde que no depende de Dios, porque El gustosamente quiere manifestarse en su vida. Depende de usted, que deje de lado toda sombra de escepticismo y rechace toda voz de derrota a su alrededor, y confíe plenamente en Aquél que todo lo puede. ¿Cómo hacerlo? En oración. El amado Dios y Padre responderá...
Persevere, siga adelante, no vuelva la mirada atrás. Los milagros ocurrirán...

Fernando A. Jiménez .
adorador.com

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