martes, 12 de agosto de 2008

Hacer mal las cuentas

No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste.
Proverbios 23:4.
Meditad bien sobre vuestros caminos.
Hageo 1:5.
He aquí el relato de un hombre prudente que consideró todas las desdichas que podían alcanzarle a él, a su familia o a sus bienes. Cubrió todos esos riesgos pagando toda clase de seguros: de incendio, de robo, de salud, de responsabilidad civil (por si causaba un perjuicio a alguien), de vida (con el cual garantizaba a los suyos una confortable pensión después de su muerte)… Estaba, pues, tranquilo: podía vivir sin inquietud y morir sin preocupación.
Pero… ¿y su alma? ¿Y la eternidad que se abriría ante él? ¿Y el juicio de Dios que le esperaba? Es cierto, se había olvidado de todo esto. Había hecho mal las cuentas. En cierto modo había arreglado las cosas que duran sólo un tiempo, pero descuidó las que son eternas. Puso orden en sus relaciones con sus semejantes, pero no se preocupó por Dios. Hizo todo como si Dios no existiera, a pesar de que sabía bien que sí existía.
Si usted ha obrado como este hombre, todavía está a tiempo de reparar su trágico error. Sus pecados le separan del Dios justo y santo, quien halló el medio de satisfacer su justicia, su santidad y su amor dando a su Hijo para que usted pueda ser salvo. Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:42-43).
Convertíos al Señor vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia (Joel 2:13)

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