El asunto principal en la vida del creyente debe ser la condición de su corazón.
Nuestro Dios es el Dios de los corazones. Él no se fija en lo exterior del hombre o en lo que hace una persona. El hombre juzga según la carne, pero Dios juzga según el corazón. Dios usará con más facilidad a una persona con unos cuantos problemas, pero con un corazón recto que a una persona que aparenta estar bien y tiene un corazón malo.
Para ser usados por Dios necesitamos tener un corazón dispuesto. Éxodo 25:1, 2 dice: "Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda".
A través de los años, he tenido que superar muchas experiencias negativas en mi ministerio. Sí, tenía un llamado de Dios, pero en conjunto tuve que tener mucho el "deseo" de hacer las cosas. Tras observar a las personas y a mí misma, he llegado a la conclusión de que si tenemos suficientes ganas de hacer algo, casi siempre buscamos la manera de llevarlo a cabo.
Eso de "desear" es algo poderoso, ya que con ello logramos mantener limpia la casa, ahorrar dinero, pagar las deudas y alcanzar cualquier meta que nos propongamos. No nos gusta reconocer que la razón principal de nuestro fracaso o éxito depende de cuanto empeño ponemos en alcanzarlo. Nos gusta echarle la culpa a cualquier persona o situación, pero creo que sería bueno sentarnos a calcular cuanto "deseo" tenemos. Es preciso ser sinceros y decir: "Señor, no gané la victoria porque en realidad no la deseé suficiente. No oré ni leí la Biblia porque no quería. No pasé tiempo meditando sobre tu Palabra y hablando contigo porque no tenía ganas, no quería. Pasé toda la noche viendo la televisión porque quería".
No tienen nada de malo el descanso y la diversión, siempre y cuando estén bien nuestras prioridades. Culpamos al diablo, a otras personas, al pasado y la lista sigue, pero muchas veces la verdad es que nos faltó el "deseo". Si tú y yo queremos servir a Dios, es necesario tener un corazón dispuesto, ya que a Él no le interesan nuestras buenas obras si no las hacemos de corazón.
Hace muchos años Dios tuvo que tratar conmigo a causa de la inseguridad y el legalismo causado por las heridas de mi pasado. Vivía bajo la Ley; hacía todas las cosas indicadas sólo porque temía que Dios se enojaría conmigo de no hacerlas.
En muchas ocasiones oré porque me sentía obligada, pero mi corazón no
estaba allí. Religiosamente leía la Palabra de Dios, muchos capítulos por día, y cumplía con mi hora de oración porque así lograba sentir que había cumplido la Ley.
Un día Dios me habló claramente: "Joyce, no quiero que me des algo o hagas algo por Mí si no deseas hacerlo". Recuerdo haber pensado que eso no podía ser la voz de Dios hablándome.
No desprecio la disciplina, pero aun así, debemos hacerlo porque queremos, no porque tenemos que hacerlo. Nos vemos obligados a disciplinar la carne para hacer lo que nuestro corazón desea, ya que la carne siempre está en conflicto con el Espíritu. No siempre sentimos hacer lo que hacemos, pero no es necesario sentir hacerlo, sólo desear hacerlo. Quizá tengamos que orar en ocasiones de esta manera: "Señor, dame disposición para estar dispuesto--¡porque en este momento no tengo disposición!".
Él examinará la actitud de nuestro corazón: "Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente", (1 Crónicas 29:17).
Estoy convencida que el asunto principal en la vida del creyente debe ser la actitud o condición de su corazón. No importa lo que mostremos por fuera; la verdad que se encuentra dentro de nosotros es lo que no podemos esconder de Dios, eso es lo que a Él le importa.Joyce Meyer es una maestra de la Palabra y la autora de varios éxitos de ventas como lo son: Controlando sus emociones, El desarrollo de un líder y la serie ¡Ayúdenme!
1 comentario:
Excelente, felicitaciones, La sabiduria del todo poderoso siga sobre usted,
Bendiciones en mi Jeús.
Rafael Eduardo
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