miércoles, 5 de noviembre de 2008

La lengua es un timón

“Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!” Santiago 3:4-6


En este capitulo 3 de santiago es impresionante la relevancia que le da a la lengua, sobre todo hace hincapié en lo difícil que resulta controlarla. Dice que aquel que pueda controlarla puede controlar también todo su cuerpo, es decir, si se puede domar los impulsos de las palabras se pueden gobernar cualquier otro impulso negativo de nuestras vidas. “Quién hace esto es varón perfecto”, (Sg. 3:2) que se refiere a ser maduro espiritualmente.

Nosotros gobernamos nuestras vidas con las palabras, son el timón, el mando, hablamos hacia donde nos dirigimos, hacia donde vamos. Todo lo que digamos, expresa todo lo que pensamos y sentimos, todo lo que hay en nuestro corazón. En definitiva somos lo que decimos. Por esto debemos saber usar las palabra, al cambiar nuestros pensamientos, al tener fe y disciplinar nuestro corazón comienzan a cambiar nuestras palabras y por ende comienza a cambiar nuestra vida.

Tengamos cuidado con lo que decimos tenemos que ser más prudentes, el efecto negativo que puede tener lo que digamos nos afecta y mucho. Nuestro vocabulario tiene que ser bíblico, lleno de Dios, lleno de esperanza y fe. El Espíritu Santo nos dirigirá a declarar victorias, a bendecirnos a nosotros mismos y a los demás, el curso de nuestra vida cambia cuando cambian nuestras palabras, sepamos también que el enemigo usa las palabras para el mal. Cuando alguien maldice con odio desata espíritus inmundos que intentarán destruir. Cuando los padres declaramos cosas malas sobre nuestros hijos se abre la puerta a las ataduras, a los traumas, a los complejos. Una sola palabra dura puede trastornar el corazón y los pensamientos de una persona que luego habrá que sanar en el poder de Dios.

Jesús usaba la palabra para sanar, para echar fuera demonios, para enseñar y esa palabra es la que nosotros oímos, creemos y luego confesamos y lo recibimos. Si no estás declarando las cosas que quieras que sucedan en tu vida, entonces no lo estás creyendo, lo que declaro es lo que creo. Si estás hablando que no podrás solucionar los problemas, que no podrás recibir más de Dios, que tu familia nunca se va a convertir, que tal persona no va a cambiar, es porque no lo crees. Desechemos la incredulidad volvámonos a la fe y declaremos vida, paz, abundancia, salud y bendición en toda área de nuestras vidas y familias. Lo que creemos, pensamos y decimos es lo que finalmente recibiremos.

Los hechiceros usan oraciones para maldecir y atar, hacen oraciones de conjuros para traer enfermedad y hacer invocaciones a espíritus malignos para propósitos malvados, entonces si el enemigo puede dañar de esta manera ¿Cuánto más el Señor todopoderoso podrá hacer a favor de sus hijos? Comienza a declarar en fe todas las promesas de Dios.

Conozco alguien que decía que su madre tuvo cáncer de piel y que seguramente ella también tendría cáncer de piel. Lo decía cada tanto, lo confesaba porque lo creía, estaba como convencida que eso malo le iba a suceder, era algo del enemigo que había instalado en su mente y ella lo declaraba y lo decía. A esto alguien lo llamo: “Fe Negativa” y la realidad es que sucedió, tubo cáncer de piel y estuvo al borde de la muerte, la operaron y quedo con la cara mal por la operación.

Proverbios 18:21
La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos.

Este es uno de los más fuertes textos acerca del tema, para aceptar la salvación del Señor Jesús tenemos que decláralo con nuestra boca, en Romanos 10:9-10 dice: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Y quienes lo rechacen también lo harán con las palabras.

Y la segunda parte del texto dice: “El que la ama comerá de sus frutos” se refiere al charlatán, al mentiroso, al adulador, al chusma, al que engaña con sus palabras o con sus falsos halagos, al que crea contiendas, que lleva y trae comentarios en la familia y entre amigos, que habla mal de uno y luego de otro, que maldice con sus palabras.

El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos. Proverbios 16:28

Sin leña se apaga el fuego, Y donde no hay chismoso, cesa la contienda. Proverbios 26:20

En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente. Proverbios 10:19

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